4/10/08

A vueltas con la crisis

sábado 4 de octubre de 2008

Tiempos difíciles

No es tarea fácil ésta de mantener un Blog siendo Presidente de una Comunidad Autónoma. Uno somete a reflexión los temas sin más intención que permitir que los demás opinen y de esa manera conocer esas opiniones, y los hay que ven permanentemente intenciones o plumeros ocultos. Uno se pregunta cuestiones entre interrogaciones y se interpretan como afirmaciones. Es mucho más sencillo que todo eso. Me gusta saber qué opina cuanta más gente mejor, sobre todo aquella con la que no tienes la oportunidad de relacionarte o de reunirte todos los días. Y no me importa reconocer que sobre muchas cuestiones tengo mis certidumbres y también mis dudas, y quiero compartir las unas y las otras con vosotros. Por eso voy a continuar con esta ventana abierta. Y esta semana voy a volver sobre la crisis.
Me cuesta mucho introducir otros temas mientras hay tanta gente que lo está pasando mal. ¿Es una crisis o son varias crisis? ¿Son varias crisis o son todas la misma? Ayer el Congreso de los EEUU aprobaba el plan de rescate. ¿Os habéis parado a pensar en el nombre del plan? Se rescata lo que está secuestrado de alguna manera. Resulta que lo que se denominaba hasta ahora, a ver quién le pone el nuevo nombre, como modelo liberal basado en el no intervencionismo, en la exclusiva capacidad de la economía para generar prosperidad, riqueza y empleo ha sido puesto en evidencia por los mismos que lo impulsaron. Es como si se inventara en un laboratorio un nuevo medicamento y al cabo de los años se demostrara que faltó una última fase en esa investigación. De cualquier forma creo que hay una coincidencia generalizada en que no había otra salida en estos momentos que hacer lo que se ha hecho para evitar un desastre aún mayor.
Son tiempos para no esconderse, para no perder tiempo en buscar ahora los culpables sino para que cada uno, a su nivel, busque y encuentre soluciones. Yo confío mucho en Europa, en España y en Extremadura. No es tiempo de culpas, ya vendrán, sino de ideas, trabajo y audacia.
Un abrazote a todos y a todas.
Guillermo

Raimundo dijo...

Sr. Presidente, con todo el respeto, disiento. Creo que la búsqueda de los culpables es absolutamente necesaria… para salir de la crisis (no para darnos el gusto de insultarlos). Es una parte de la información que necesitamos para volver a trabajar con responsabilidad.

Si se cambian a todos los directores generales y los consejos de administración de las cajas de ahorro en dificultades ( los culpables), si los equipos entrantes publican los balances, acompañados de las medidas pertinentes para limpiarlos (con el respaldo del gobierno para los ahorros de las personas, según modelo irlandés), saldríamos de la incertidumbre pre-pánica, y volveríamos a confiar ¡en las cajas de ahorro!. Algo esencial.

También haría falta saber cuántas personas están/estarán con la hipoteca al cuello, para redactar ayudas adecuadas a sus circunstancias (públicas, enormes, pero para las personas, no para seguir pagando los abultados sueldos de los directores de esas cajas).

Con esa información, manejada por buenos/nuevos profesionales, y no por los impresentables que nos metieron en esta crisis bancaria/inmobiliaria (la española), evitaremos el previsible desastre (el miedo con información, es (P.S.: sólo) un susto)

Burbuja, por cierto, inflada desde que Aznar congeló (completamente) la construcción de vivienda pública. (P.S.: el primer guiño a los "gilitos marbellíes", el de "construid y enriqueceros")

No se trata de publicar listas de pecadores, se trata de cambiar a unos pésimos profesionales por otros mejores. Después de verles el plumero. Para remontar. Que si no…

Un saludo a todos.

Guillermo dijo...

Desde luego que deberá saberse quien o quienes son culpables y que paguen por ello, pero ahora la prioridad es buscar soluciones.
Guillermo

Raimundo dijo...

Sr. Presidente, algunas soluciones, veamos:

- Para los que van a perder “su” casa, los esclavizados por la “hipoteca generacional”: Cómo no disponen de dinero (ni tiempo), el que se acojan a la “suspensión de pagos familiar” en un juzgado, es una solución irreal (por la obstrucción que representan sus increíbles retrasos, por los pagos a abogado y peritos).

Sería necesario crear un veloz procedimiento bancario (no judicial). Que esa familia se entienda con el Defensor del Cliente de su banco. De modo que cuando éste compruebe su situación desesperada, pueda proponer/imponer una moratoria (total o parcial, de 1 a 2 años) en el pago de intereses. Con el visto bueno del Banco de España. Pasado ese plazo, pasado lo peor de la crisis (dicen).
Para que no se queden en la calle.

- Para los especuladores individuales (con varios pisos en propiedad): “Suspensión de pagos familiar”, pero en el juzgado. Como tienen dinero (y tiempo), pueden hacer frente al proceso. Un procedimiento de urgencia, una “suspensión de pagos familiar rápida” ayudaría.
Para impedir insolvencias en cascada.

- Para los obreros, que construían 500.000 viviendas anuales en los últimos tiempos, y reciben como pago el quedarse en paro, trabajo. En la rehabilitación de los cientos de miles de edificios en ruinas de nuestros centros históricos, y casas tradicionales. Para darles uso de vivienda u hotel. El modelo puede ser el exitoso Consorcio de Santiago.
Para que sigan comprando coches.

- Para los culpables: Inhabilitación profesional de por vida, o cárcel, según grado de responsabilidad en el desastre. Quiénes crearon el problema, no pueden resolverlo. Porque sabemos que no saben, nos falta confianza en ellos. Lo primero que hay que atajar.
Para aviso de navegantes.

- Para nuestro dinero depositado en los bancos: Parece ser que la solución europea se inclina por que sea el estado quién garantice (todos) los depósitos bancarios. Una buena solución para desactivar el grito “¡Que viene el corralito!” (profetizado por “punto de vista y nada más”, el 4/10, a las 9:15). Total, si se va a acabar garantizando los de las cajas “mediterráneas del ladrillo” , pues garantizar el conjunto.
Para impedir el pánico.

Un saludo a todos.

Raimundo dijo...

Sr. Presidente, seguimos en la semana de las soluciones (en el blog, en Europa). ¿Acertadas? Desesperadas . Escucho en la radio a mucha gente que pide que no se le dé dinero a los bancos. A sus acreedores.

El plan de Zapatero (muy aplaudido) trata de dar liquidez a todas las entidades financieras españolas (buenas o malas).
Y es que nadie les presta (en los mercados internacionales), por miedo a que el millón de trabajadores de los “poceros”, sumados a los muchos que les compraron casas (en las “Seseñas”), devuelvan en cascada las hipotecas de unos pisos devaluados, que no ya no pueden pagar, por el paro. Y se hundan. Buenas y malas.

¿Se va ayudar tanto a bancos magníficos, como a la media docena de cajas de ahorro en peligro de quiebra (las “poceras”)? Es injusto ¿Por qué no se “nacionalizan” esas cajas? Al estilo sueco , por ejemplo. Para que los eficientes se libren de ese lastre.

¿No es un “riesgo moral” indignante que quiénes le financiaron el yate al “pocero” tengan el mismo trato que quiénes no le bailaron el agua?

¿Y la ayuda a los que se quedan sin casa (bien constitucional)? Un académico norteamericano explica en un extraordinario artículo, que lo mejor sería: “ Comprar hipotecas en quiebra , atacando el virus en sus raíces. Si hay que gastar impuestos, esto es más eficiente que comprar promesas complicadas escritas sobre papel mojado.” (aquí artículo entero , aquí resúmenes ).

Creo que es lo que desea la gente que protesta (por la radio). Y yo.

Oportuna la descripción de la crisis (en sólo 5.000 palabras), hecha por “más que palabras”, precisamente. De las mejor argumentadas que he leído (y la he leído entera).

Un saludo a todos.

Puntos de vista y ... nada más dijo...

Los pisos de 90 metros que valían 20 millones en 1999 pasaron a costar 40 millones en 2004. Los sueldos no se habían doblado, algunos advertían del desastre pero los gurús decían que no había que intervenir la economía, que si los precios subían era porque éramos cada vez más ricos.

Empieza a desmoronarse la pirámide de naipes insostenible y, los mismos que se lucraron de forma escandalosa, quieren que les ayudemos entre todos a enjugar sus pérdidas.

Sí hay que intervenir la economía, por supuesto, pero guardemos el dinero para ayudar a los empleados que llegan al paro y no para los accionistas que arriesgaron para dar pelotazos. Si les hubiera salido bien ¿Habrían repartido sus beneficios?

Otra cosa. No nos obsesionemos con esto. Anda alguna gente mayor sacando el dinero de los bancos por que les están hablando de "corralito argentino". A veces, en un incendio insignificante, muere más gente del pánico que por el humo o el fuego.

Anónimo dijo...

Sr Presidente:
Efectivamente son tiempos dificiles. En mi opinion es UNA CRISIS, que ha generado LA DESCONFIANZA TOTAL. Culpables, quizas los sistemas regulatorios, ya que ilegalidades no ha habido. Lo que ha ocurrido es ago como lo de marbella, lo sabian todos, sobre todo la Junta de Andalucia, pero como le venia bien, lo dejaban pasar, y luego al final se rasgan las vestituras (los americanos igual).

Pero el grave problema de España y Extremadura, mal que le pese, es que PRIMERO SE HA NEGADO LA CRISIS, Y SEGUNDO NO SE HACE NADA.

CONCLUSION: DESCONFIANZA EN LOS POLITICOS Y EN EL FUTURO.

Para salir de esto la gente tiene que consumir, los empresarios invertir, y las administraciones generar los caminos y CONTROLES ADECUADOS.

iDEAS:

1.- Permitir la construccion de 4 centrales nucleares 12.000 Millones Euros
2.- Permitir la construcci´´on de plantas eolicas (no el ... que estan haciendo)
3.- Disminuir los costes electricos y energeticos (el petroleo esta por debajo de los 90 $)
4.- Liberalizar las farmacias, gasolineras, etc...
5.- Disminuir el tamaño de la administracion (españa con 45 Millones de habitantes 4 millones de funcionarios, Alemania con 80 Millones de habitantes 2 millones de funcionarios)

Hay muchas cosas que se pueden hacer, pero muy duras, SE ATREVE A HACERLAS... O SOMOS CONSERVADORES

EL OTRO PROGRESISTA

Anónimo dijo...

(...) Es preocupante, muy preocupante y lo será más, cuando al año que viene -ojalá, entonces estemos en otra posición- mucha gente habrá agotado la prestación que hoy tienen por haber estado trabajando. Estas y otras situaciones parecidas, sí que deben ser nuestras prioridades.
Un saludo.
Anselmo.

Anónimo dijo...

Claro que hay que buscar culpa y culpables porque de lo contrario volverá a ocurrir.
Soy autonoma ( Y la ayuda a nuestro sector es mínima, ridícula en muchos casos e insuficiente casi siempre ) y mi negocio ahora mismo ha comenzado a tener perdidas por la crisis. En los despidos los malos siempre somos los jefes pero nos estamos equivocando.
Nosotros no quisimos esto, me llevo bien con las personas que están a mi lado y el tener que bajar sus horas o decirlas que de momento no podemos contar con ellos es muy duro.
A.M.J

Anónimo dijo...

No entiendo de economia,aparte de la domestica, pues soy una persona sencilla que por supuesto se le escapa el problema de ESTADOS UNIDOS.
LO que cada vez tengo mas claro es que tanto desde tu blog como desde todos los medios de comunicación se nos transmite que nos preparemos y aportemos soluciones a algo que los mas pobres de esta sociedad no han creado ni entienden
Si entienden de trabajo pero no de dinero negro ni de reparto de beneficios.¡POR FAVOR NO SE PIDAN A ESTOS SOLUCIONES!.ya tienen suficiente con preocuparse para llegar a fin de mes,eso dejarlo para los tecnócratas
Espero no ofender a nadie pero de verdad que es real como la vida misma
Saludos : Africa moreno

rasputín dijo...

Más le hubiera valido a los sucesivos gobiernos preocuparse más por los maletines que salían del país en yates de lujo que por los negritos que intentaban entrar para comer en barcazas de cartón-piedra. Seguro que, de haber sido así, Marbella seguiría siendo la capital de la Costa del Sol, sólo eso, y no el patrón seguido por miles de políticos sin escrúpulos para "hacerse rico en un momento, sin currar en el intento". (Valga el pareado para cerrar el breve comentario). Salud y libertad a espuertas. Un placer.

más que palabras dijo...

Aviso a navegantes, es largo!

Tengo la impresión de que la mayoría de los ciudadanos se sienten confusos ante la crisis que se ha desatado. A la vista del esfuerzo financiero desplegado por los bancos centrales deben intuir que se trata de una crisis muy seria. Y a tenor del efecto que tiene sobre sus bolsillos la subida de los tipos de interés, pueden percibir que va a hacerles más daño de lo que las autoridades quieren reconocer.

En cualquier caso, aunque todo el mundo habla de la crisis, hay muy pocas ideas claras que permitan a los ciudadanos corrientes y molientes saber a ciencia cierta lo que está pasando.

Habitualmente, los economistas ortodoxos y la mayoría de los dirigentes políticos nos quieren hacer creer que las medidas económicas que toman son siempre las más acertadas y que responden a criterios “científicos” y “técnicos” indiscutibles que no hay que poner en cuestión. Pero cuando las cosas no salen bien, como ahora, cuando todos los datos se descuadran, cuando las economías casi saltan por los aires , callan como si nada ocurriera.

Su silencio está dirigido a que nos creamos que lo que sucede es algo normal, que no pasa nada de relieve y que todo deber seguir, por tanto, exactamente igual que estaba. Evitan plantearlo como un problema “político” (que es lo que en realidad es) para que los ciudadanos no nos pronunciemos sobre sus causas, responsabilidades y soluciones.

En mi opinión, mucho más profunda de lo que están reconociendo las autoridades y, sobre todo, nada más que un anticipo de situaciones peores que están por llegar. Tiendo a creer que lo que está ocurriendo ahora es solo un aviso.

Conviene, pues, entender bien lo que ha ocurrido y lo que puede ir sucediendo en los próximos meses. Y para tratar de ayudar a entenderlo voy a apuntar algunas ideas explicativas básicas de la forma más sencilla e intuitiva posible.

Las cuestiones que principalmente me parece que hay que conocer para entender la actual crisis son las siguientes.

1. Es una crisis hipotecaria.

El origen inmediato de la crisis radica en el mercado hipotecario estadounidense.

Como es sabido, al calor de la enorme expansión del sector inmobiliario se generó una masiva oferta de hipotecas, de las cuales casi una quinta parte se concedieron a familias que apenas si tenían las rentas justas para pagarlas cuando los tipos de interés estaban muy bajos.

Cuanto se fueron produciendo subidas en los tipos y las hipotecas se fueron encareciendo comenzaron a darse impagados.
Esto afecta inmediatamente a los bancos que había concedido estas hipotecas pero dado lo que normalmente hacen con los títulos, la crisis se extendió.

Lo que sucede es que los bancos que conceden estas hipotecas venden, a su vez, los títulos hipotecarios en los mercados financieros. Esta es la forma en que los bancos convierten el endeudamiento familiar en un impresionante negocio porque no sólo van a recibir el dinero que prestaron más los intereses sino que, además, obtienen beneficios negociando los títulos de crédito.

El inconveniente es que, como ha pasado este verano, cuando comienzan a producirse impagos porque suban los intereses o porque disminuya la renta familiar, se genera un efecto en cadena que es el que provoca que la crisis se extienda.

2. Pero la crisis no es solamente hipotecaria: es una crisis financiera.

Cuando se firma una hipoteca se crea un título financiero. Un “pasivo” u obligación para el que debe el dinero y un “activo” o derecho para el que lo presta. que es el banco. Y lo que puede y suele hacer el banco, como acabo de señalar, es comerciar con ese activo. Por ejemplo, asegurarlo o venderlo.

La paradoja que lógicamente se produce entonces es que cuanto más riesgo lleve consigo un título será menos seguro y en principio menos atractivo, pero por eso se pagará más por él y resultará más rentable.

Esa es la razón de que los títulos “basura” (técnicamente llamados “sub prime”), es decir, los que tienen bastante riesgo porque se han dado a familias con poca renta, sean precisamente los más rentables y, en consecuencia, los más apetitosos para los inversores que, en principio, busquen preferentemente rentabilidad, que son aquellos más poderosos y que, por tanto, pueden asumir más riesgo.

Los bancos norteamericanos colocaron en el mercado millones de estos títulos que adquirieron bancos e inversores de todos los países.

Es por esa causa que cuando se desata la crisis hipotecaria se desencadena al mismo tiempo una crisis financiera, puesto que el impago creciente inicial afecta enseguida a la seguridad y rentabilidad de los grandes bancos y fondos de inversión internacionales. Cuando se ven afectados, no sólo pierden dinero sino que retiran sus fondos de los mercados hasta el punto de frenar o incluso paralizar los flujos financieros internacionales, en mayor o menor medida en función de la magnitud del “latigazo” original o de su participación en el montante de los fondos afectados.

Se produce así una crisis de liquidez, no porque “falten” medios de pago, sino porque se retiran y esto ocurre porque hoy día la inmensa mayoría de los medios de pago son “ficticios”, es decir, papeles financieros más o menos como los títulos hiptecarios que comenté arriba que están vinculados principalmente a operaciones financieras de carácter especulativo.

3. Y además es una crisis que afecta a la economía real.

Aunque la crisis se desencadene inicialmente en el ámbito hipotecario, bancario o financiero, enseguida tiene efectos sobre la economía real (es decir, la que tiene que ver con la producción efectiva de bienes y servicios y no con “papeles” financieros).

El impacto sobre la economía real de esta crisis se produce por tres razones principales.

En primer lugar, porque la crisis hipotecaria afecta lógicamente de modo muy directo al sector de la construcción que, como es bien sabido, ha sido una de las bases principales, cuando no la que más, de la expansión económica de los últimos años.

La inicial crisis hipotecaria producirá sin lugar a dudas desempleo no sólo en la construcción sino en las actividades que están relacionadas con el sector inmobiliario. Y eso permite aventurar que, sin lugar a dudas, nos encontramos desde que la crisis se empezara a manifestar incluso de manera latente, ante una nueva fase de recesión económica.

En segundo lugar, porque cuando se desata la crisis los bancos y los inversores reaccionan, como he dicho, retirando fondos del mercado y generando falta de liquidez. Los bancos ya no se prestan tan fácilmente entre ellos y, lógicamente, también reducen su oferta de créditos a los consumidores y empresas que necesitan recursos para gastar o invertir en actividades productivas.

Por lo tanto, la disminución de la liquidez en los circuitos financieros afecta a la financiación de la economía. El gasto total se resiente y, a su socaire, el conjunto de la actividad económica “real”.

En tercer lugar, y como corolario de lo anterior, los bancos centrales se enfrentan a una dilema perverso: por un lado lo que hacen (como han hecho) es poner a disposición de los bancos cientos de miles de millones de dólares (con una generosidad de la que carecen cuando los afectados por las crisis son los más desfavorecidos del planeta). Pero, por otro, para favorecer la movilización del capital, suben los tipos de interés.

Esto último lo hacen porque el tipo de interés es, al fin y al cabo, la retribución que recibirán los propietarios del dinero cuando lo ponen en disposición de otros. Y al subirlos, lo que hacen los bancos centrales es a incentivar a los poseedores de recursos financieros para que vuelvan a colocar en los mercados los recursos que han retirado.

Pero la subida de los tipos de interés tiene un doble efecto. Por un lado, favorecen la movilización del capital gracias a su mayor rentabilidad. Pero, por otro, encarecen el casi siempre imprescindible endeudamiento de las empresas y de las familias. Lo primero enriquece a los propietarios del capital que actúan preferentemente en la economía financiera y lo segundo coadyuva de nuevo a que baje su inversión y su consumo, deteriorando como he dicho el conjunto de la actividad económica.

4. Es una crisis global.

Los flujos financieros son prácticamente los únicos que se puede decir que estén completamente globalizados hoy día. Todas las operaciones financieras se realizan a escala internacional y la inmensa mayoría de ellas pasando por los paraísos fiscales que se encuentran estratégicamente situados en todos los husos horarios del planeta con el fin de que no quede ni un segundo del día sin posibilidad de ser utilizado para realizar las transacciones.

Por eso, aunque la crisis se inicie en el mercado hipotecario de un país, en este caso de Estados Unidos, es completamente seguro que se extenderá por todo el globo terráqueo, puesto que los mercados financieros son globales y los bancos e inversores que adquirieron los títulos a partir de los cuales se desencadena el latigazo inicial de la crisis están y operan en todas las esquinas de la Tierra.

De hecho, lo más probable que esté ocurriendo es que mucho de esos bancos ni siquiera sepan todavía a ciencia cierta en qué grado están siendo afectados por la crisis. Las inversiones que realizan en los mercados financieros son cruzadas, muy opacas, de papel sobre papel y de estructura piramidal, de modo que el tenedor final de un título no sabe bien a qué operación financiera original responde lo que está comprando o tratando de vender en operaciones que las nuevas tecnologías permiten realizar e modo vertiginoso y anónimo.

Pero poco a poco se va a ir descubriendo que en la crisis están implicadas muchas más entidades bancarias (por ejemplo en España) de las que en un principio han reconocido estarlo.

5. Y quizá sea algo más que una crisis hipotecaria, financiera y global.

Lo que no sabemos aún de la presente crisis es hasta qué punto todo lo anterior ha generado una crisis de solvencia bancaria, algo que no hay que descartar ni mucho menos, al menos en algunos países como España.

Los bancos (y en general los grandes poseedores de recursos financieros) se han convertido en el eje torno al cual gira la vida económica. Vienen obteniendo ingentes beneficios y han realizado inversiones gigantescas alimentando la concentración bancaria y empresarial y la especulación financiera. Bien directa o indirectamente (gracias a su financiación) son los verdaderos protagonistas de las burbujas especulativas inmobiliarias de los últimos años, de las adquisiciones especulativas de empresas y de los vaivenes de las bolsas.

Pero ahora, la cuestión estriba en saber si, después de haber colocado sus reservas en tantas inversiones especulativas, en estos momentos estarían en condiciones de soportar una crisis de liquidez financiera, una drástica disminución de la capacidad de endeudamiento de las familias y las empresas, impagos más o menos generalizados, o una explosión de la burbuja inmobiliaria que redujera el valor contable de sus activos. Es decir, si ahora dispondrían de recursos suficientes para hacer frente a las demandas de efectivo o para proporcionar los recursos financieros que requiere la vida económica.

No es aventurado sospechar que esto puede estar ocurriendo y que la ingente aportación de liquidez que han realizado los bancos centrales haya tenido como fin tratar de paliar la irresponsabilidad bancaria de los últimos años.

De hecho, es sorprendente la falta de información, la opacidad y falta de transparencia con la que las autoridades económicas manejan la crisis. Sólo están preocupadas por quitarle importancia y porque no se publiciten sus peligros, que es justamente lo que conviene hacer para pasar de puntillas cuando lo que hay sobre la mesa es una crisis de solvencia bancaria.

Puede ser, por tanto, que lo que esté ocurriendo sea algo más que una crisis producida por una mala gestión puntual de cartera de los grandes inversores derivada de los problemas hipotecarios de las familias que genera, a su vez, una crisis de liquidez. Es decir, que nos encontremos con que, además de ello, se estuviera dando una crisis que afectara a la propia estructura patrimonial de los bancos, en cuyo caso la situación actual tendría, lógicamente, consecuencias más graves y a largo plazo.

En ese caso, nos encontraríamos ante una crisis gravísima que obligaría (para salvaguardar la rentabilidad y el status quo bancarios) a establecer una especie de “corralito global” o localizado según se diera, es decir, una inmovilización del dinero depositado en los bancos para favorecer (como se hizo en Argentina) la recuperación de la solvencia bancaria.

En mi modesta opinión, ésta última circunstancia no es del todo imposible ni descartable hoy día. Hay indicios de ello: las ampliaciones de capital de algunos bancos, la intensidad con que tratan de atraer fondos (por cierto, con activos de alto riesgo que podrían agravar en el medio plazo los problemas) y las demandas de algunos dirigentes políticos más sensatos para realizar algunos cambios en las reglas del juego que imponen los reguladores (los bancos centrales, principalmente) y que actualmente consisten en dar “barra libre” a los fondos de inversión más arriesgados y volátiles detrás de los cuales están los propios bancos.

Como se sabe, el funcionamiento del negocio bancario se basa en un principio muy simple: se recogen fondos ahorrados, se “reserva” una parte de ellos para hacer frente a la demanda de pagos y con el resto se hacen inversiones rentables.

Tradicionalmente, esas inversiones consistían en prestar el dinero a los inversores reales, es decir, a las empresas que crean bienes y servicios o a los consumidores. Pero en los últimos decenios el negocio bancario ha cambiado y se dedica a colocar el ahorro, principalmente, en operaciones financieras especulativas.

Gracias al apoyo de los bancos centrales (que salen enseguida en su apoyo cuando lo necesitan) y al grado general de aceptación que tiene este estado de cosas, los bancos han podido aumentar sus negocios manteniendo una porción de reservas cada vez más pequeña, lo que lógicamente incrementa su rentabilidad, como viene sucediendo, pero aumenta agigantadamente el riesgo y disminuye su solvencia.

La consecuencia de todo ello es el extraordinario aumento de la inestabilidad del sistema y del riesgo que se asume y la pregunta que hoy día es inevitable hacerse es si en esa loca carrera hacia el beneficio no habrán llegado los bancos al paroxismo y al riesgo excesivo en los momentos actuales.

Este es un asunto que reconocen hasta los propios economistas liberales más sensatos y coherentes cuando critican el actual régimen del negocio bancario y proponen un sistema de reservas bancarias al 100% para evitar lo que podría llevar a un verdadero colapso económico.

Quizá sea demasiado atrevido afirmar que nos encontremos en esta situación, aunque yo no me atrevería tampoco a desestimarla.

En los próximos meses, o quien sabe si en pocas semanas, podremos ir descubriendo lo que efectivamente está pasando en el negocio bancario.

6. Es una crisis que tiene perjudicados.

Las autoridades económicas suelen hablar de estas crisis como si fueran algo parecido a la avería de un mecanismo de fontanería o de un automóvil, sin hacer referencia a los millones de individuos que en realidad pagan con sus rentas, con su trabajo y con su seguridad y bienestar la irracionalidad del sistema financiero en que se soportan nuestras economías.

Como cualquier otra, esta crisis tiene unos claros perjudicados.

En primer lugar, los millones de personas que en Estados Unidos y en otros países han perdido o van a perder sus viviendas y sus ahorros. O sus rentas, puesto que no se puede olvidar que cada vez que los bancos centrales suben los tipos de interés lo que directamente se produce es un trasvase de rentas desde los bolsillo de las familias o empresas endeudadas al de los banqueros. Así de fácil.

En segundo lugar, las economías más débiles (como las de las periferias en África, Latinoamérica o las de los países asiáticos más empobrecidos) puesto que cuando se desata la crisis los capitales escasean y su falta se nota especialmente en los territorios que están más necesitados de inversiones y recursos. Y que son, además, los que hacen frente con más dificultad a intereses más elevados.

En tercer lugar, la actividad económica real, las empresas y empresarios dedicados a la producción efectiva de bienes y servicios que conforman, a su vez, un anillo marginal respecto a la inversión financiera. Lo cual es lo mismo que decir, que la crisis se paga en términos de empleo, actividad económica y creación de riqueza.

7. Pero la crisis tiene también unos claros beneficiarios.

No todo el mundo pierde con la crisis. Al revés, de ella saldrán fortalecidos los bancos y los grandes poseedores de capital.

Por un lado, hay que tener en cuenta que los bancos solo tienen en títulos arriesgados una parte pequeña de su negocio, de modo que la subida en los tipos de interés repercutirá favorablemente en su rentabilidad global.

Otro efecto de la crisis será que se concentrará mucho más la propiedad de los recursos financieros y económicos.

De hecho, ya ha pasado así con los activos inmobiliarios.

Los grandes promotores y constructoras y los bancos han acumulado cientos de miles de viviendas y terrenos que en gran parte han financiado gratis gracias a la burbuja que ellos mismos han contribuido a crear. Se calcula, por ejemplo, que los bancos han adquirido alrededor de la mitad del suelo urbanizable puesto a la venta en España en los últimos quince años.

Ahora que la crisis hipotecaria se desata volverán a acumular activos inmobiliarios puesto que serán los que cuenten con información privilegiada para comprar barato a familias en apuros o a los pequeños constructores con el agua al cuello. O, simplemente, los que no tengan el más mínimo apuro a la hora de ejecutar sus créditos frente a familias que no puedan pagarlos, quedándose con sus viviendas. Y si el Estado (como incluso se ha apuntado en Estados Unidos) da ayudas a las familias para que paguen las hipotecas, lo único que se estará haciendo será garantizar que los bancos sigan cobrando sus anualidades aunque con intereses más elevados.

Además de todo ello, cuando se produce la crisis financiera los poseedores de títulos que tienen menos cobertura (los pequeños o medianos ahorradores, los fondos de inversión con menos liquidez o los que hayan calculado peor el riesgo que debían o podían asumir) tratarán de vender a toda prisa los títulos “infectados”, que serán adquiridos por los grandes bancos y fondos de inversión a precios de saldo, puesto que ellos pueden acumular títulos con rentabilidad más baja gracias a su cartera mucho más grande y a sus beneficios mucho más elevados.

Finalmente, el efecto de la crisis hipotecaria, de la crisis financiera y de la crisis real se traduce, como es lógico que así sea, en la rentabilidad empresarial y en las cotizaciones en bolsa de sus acciones. Y también en este mercado se producirán movimientos masivos de venta que serán aprovechados por los grandes inversores para acumular propiedades empresariales, concentrándose así el poder de los grandes bancos y grandes corporaciones sobre el conjunto de la economía.

La existencia de perjuidcados y beneficiados de estas crisis es lo que demuestra claramente que no son meras cuestiones “técnicas” sino auténticos asuntos políticos: son las autoridades políticas y económicas haciendo, no haciendo o dejando hacer son las que hacen que unos u otros sea perjudicados o beneficiados.

8. Es una es una crisis que quizá no sea fácilmente pasajera.


Como es fácil deducir de lo que vengo diciendo, una de las causas de la crisis actual (como de otras semejantes que se han producido en los últimos decenios) es que la economía mundial se ha volcado cada vez más hacia los intercambios financieros. En lugar de servir de instrumento para los intercambios de bienes y servicios, el dinero se ha convertido en un objeto del intercambio. Lo que se compra y se vende privilegiadamente son medios de pago, títulos financieros, papel por papel... Es lo que se ha llamado la economía financiarizada que es intrínsecamente inestable y propensa a las crisis.

A este tipo de economía se la ha calificado como “de casino” precisamente porque se basa en la especulación, porque en ella predomina el riesgo desmedido y la incertidumbre (a cambio, eso sí, de una extraordinaria rentabilidad) y eso lleva lógicamente a que las crisis se produzcan con inusitada frecuencia.

La generalización de la especulación financiera obliga a que los sujetos económicos estén continuamente caminando sobre la cuerda floja, sin una base real efectiva, como de puntillas. Pero, como dice un viejo refrán chino, ninguna persona puede mantenerse de puntillas mucho tiempo.

Por eso se sabía que la crisis hipotecaria iba a desencadenarse antes o después. Llegaría un momento en que las familias con rentas más bajas pero con hipotecas abusivas iban a no poder pagarlas. El nivel de endeudamiento que hoy día existe en la economía estadounidense, en la española o en muchas otras es sencilla y materialmente insostenible. Ha terminado saltando allí y saltará en los demás países.

La razón de por qué se ha consentido una situación abocada a la crisis es doble.

Por un lado, ya ha quedado dicho que la crisis no sólo tiene paganos, sino grandes y privilegiados beneficiarios. Y estos tienen el poder suficiente como para hacer que las cosas transcurran a favor de sus intereses aunque sea a costa de crisis y problemas económicos para los demás.

Por otro, resulta que es imposible evitar este tipo de crisis en el contexto financiarizado y global del capitalismo neoliberal de nuestros días. Cuando salta la chispa se puede tratar de paliar, como han querido hacer los bancos centrales, se pueden poner remedios pasajeros, pero es inevitable que la llama se extienda por todas las economías y por todos los sectores de la actividad económica.

Todo eso quiere decir que el caldo de cultivo de la crisis actual no es una mera incidencia hipotecaria, que sería más o menos fácil de atajar, sino el modo de funcionar de la economía capitalista de nuestros días en su conjunto. Algo que es mucho más difícil de controlar, sobre todo, cuando no hay intención ninguna de hacerlo.

En consecuencia, si hubiera que apostar, yo más bien lo haría por unos meses largos de inestabilidad profunda, de sobresaltos y de pérdida de vigor económico. El sector inmobiliario, en primer lugar, saltará próximamente por los aires en los países, como España, en donde ha generado burbujas especulativas; y detrás de él, quizá algunos ámbitos del sector bancario y financiero. Tras de lo cual es inevitable que venga una nueva fase recesiva que puede ser duradera si no se adoptan medidas de choque rápidas y contundentes en forma, principalmente, de incremento del gasto.

Desgraciadamente, esto último no suele tener hoy día otra lectura que no sea la militar como factor antirecesivo, lo que me permite augurar que, si la crisis va a más, volverán a hacerse fuertes los tambores de guerra.

Ojalá me equivoque.

9. Es una crisis avivada y consentida por los bancos centrales.

Es de gran importancia y muy relevante destacar que los bancos centrales han sido uno de los principales factores responsables de la crisis hipotecaria y financiera que estamos viviendo.

Podemos decir que los bancos centrales son responsables de la crisis, al menos, por tres razones fundamentales.

En primer lugar porque a ellos corresponde la labor de vigilar la situación del negocio bancario, la de advertir del riesgo y prevenir sus consecuencias. Y tienen medios y poder suficiente para llevarla a cabo ... si quisieran hacerlo.

Su vista gorda ante el verdaderamente aberrante e irracional comportamiento del mercado hipotecario, su indiferencia ante el sufrimiento económico que los bancos imponen a millones de familias, su mano abierta para consentir que la banca actúe con plena libertad para imponer condiciones draconianas en créditos y préstamos, o su ceguera cómplice ante el deterioro de la solvencia han favorecido la génesis de la crisis hipotecaria como primer e inmediato detonante del problema económico y financiero que hoy día se está viviendo.

Incluso algunos gobiernos o líderes mundiales estaban advirtiendo desde hace meses del riesgo que se estaba acumulando en los fondos de inversión especulativos, del peligro global que eso llevaba consigo y de la necesidad de regularlos de otra forma para tratar de darle más seguridad a la economía mundial. Pero los bancos centrales, que son quienes disponen de la mejor información sobre esa realidad y quienes sabían bien el problema real que se estaba generando, han venido callando y consintiendo que durante todo este tiempo se acumule la volatilidad y un peligro cierto de recesión mundial provocado por la llamarada originada en los flujos financieros.

En segundo lugar, porque los bancos centrales son los garantes del régimen de hipertrofia financiera y de privilegio de los flujos financieros sobre la economía real hoy día existente. Estas instituciones y la política que llevan a cabo constituyen el sostén principal de la especulación financiera y del privilegio que éstas actuaciones tienen en comparación con la actividad económica real orientada a la creación de riqueza.

Es obvio que la política monetaria es un instrumento esencial de la política económica general para conducir la actividad económica. Pero, en manos de los bancos centrales, se limita a aplicarse para controlar los precios (algo que beneficia sobre todo a los ricos y al capital, porque gracias a ello se garantizan salarios reducidos y retribución más alta al capital financiero), olvidándose de cualquier otro objetivo, como el crecimiento de la actividad o el empleo. Y ya he señalado que esa financiarización es el verdadero caldo de cultivo de estas crisis.

Finalmente, porque los bancos centrales no sólo se limitan a actuar de esta forma sino que, para colmo, atan de pies y manos a los gobiernos, que no tienen capacidad de maniobra para adoptar medidas que pudieran llevar a las economías por otros senderos.

Los bancos centrales, esclavos de una ortodoxia sin base científica alguna (puesto que ni uno solo de los postulados en los que se basa la política monetaria y económica que defienden ha quedado demostrado como más conveniente o adecuado que cualquier otro) ni comen ni dejan comer en la economía de nuestros días: como la crisis de estas últimas semanas está demostrando, vienen a ser unos meros instrumentos al servicio del mantenimiento del status quo bancario y del poder monetario y financiero global.

Su papel perverso es ya tan estrepitosamente claro que incluso algunos gobernantes de derechas más lúcidos, como Sarkozy, empiezan a denunciarlo. Y es que es muy difícil que un pirómano pase desapercibido cuando quiere actuar como apagafuegos.

10. Y es una crisis de las que podrían evitarse con otras políticas y con otros objetivos sociales.

Para terminar, hay que preguntarse si crisis como las que estamos viviendo son inevitables o si, por el contrario, hay medios para evitarlas.

En mi opinión, será muy difícil que dejen de existir en el contexto del capitalismo financiarizado de nuestros días. Como he dicho antes, son consustanciales a la lógica compulsiva del beneficio y a la hipertrofia de unos flujos financieros y actividades especulativas que son intrínsecamente inestables y volátiles.

Pero eso no quiere decir que no tengan remedio. Hay fórmulas e instrumentos suficientes para que la sociedad no tenga que soportar sus tremendos costes y para que las economías no se vean sometidas a la quiebra constante, al despilfarro, a la ineficiencia y al bloqueo permanentes.

- Para evitar las crisis hipotecarias es preciso evitar que la vivienda se convierta en un activo creado para generar beneficio a través de la acumulación y la especulación. Y, por supuesto, que sus instrumentos de financiación se transformen en la fuente que nutre la actividad de los mercados financieros secundarios intrínsecamente inestables y generadores de crisis. Los gobiernos tienen medios para asegurar que las viviendas sean lo que deben ser, soluciones al problema social de la habitabilidad, y no activos para canalizar el ahorro de los ricos y para labrar ganancias especulativas.

Para ello pueden establecerse reservas de suelo, controles de precios y políticas impositivas que desincentiven la especulación con bienes sociales básicos. Puede y debe romperse la vinculación entre el mercado de la vivienda y los flujos financieros garantizando fuentes estables y asequibles de financiación no vinculadas a los mercados secundarios que, como hemos visto, son la fuente de las crisis financieras.

- Para evitar las crisis financieras ni siquiera sería necesaria, aunque fuese deseable, una auténtica regulación financiera internacional que hiciera saltar por los aires los mecanismos que transmiten la especulación y la volatilidad a todas las actividades económicas. Quizá baste con incorporar, algo de arena en las ruedas de las finanzas internaciones para desincentivar ese tipo de lógica financiera. Una arena que deberían tener la forma de impuestos y tasas internacionales, erradicación de los paraísos fiscales, transparencia y control y, sobre todo, de la creación de fuentes de crédito públicas que garanticen el funcionamiento de la actividad económica con independencia de los desequilibrios y la volatilidad de los mercados.

- Para evitar las crisis de solvencia bancaria y para limitar el irracional y excesivo poder bancario que provoca crisis y desequilibrios constantes es preciso establecer un sistema basado en la plena cobertura de las reservas bancarias.

- Para evitar que crisis localizadas se conviertan peligrosamente en crisis globales es preciso, sobre todo, acabar con el régimen de plena libertad de movimientos de capital. un régimen que solo es necesario y está justificado para garantizar mayores beneficios a los propietarios de capital, puesto que no hay razón científica alguna que permita asegurar que de esa forma se logran mejores resultados en la producción de bienes y servicios y en la actividad económica en general.

- Para evitar los efectos de las crisis financieras sobre la economía real lo necesario es, lógicamente, controlar la hipertrofia de los flujos financieros, y garantizar fuentes de financiación en la vida económica que no estén al albur de la lógica del beneficio sino en función de las demandas sociales.

- Para evitar que estas crisis aumenten las desigualdades produciendo millones de afectados y muy pocos beneficiarios es preciso restablecer el valor social de los impuestos, crear un auténtico sistema fiscal internacional y mecanismos internacionales de redistribución de la renta.

- Para evitar que lo bancos centrales sigan estando al servicio exclusivo de los más poderosos y esclavos de una retórica económica equivocada que coadyuva a la aparición de recesión y crisis económicas, es preciso modificar su naturaleza, someterlos al control público y de las instituciones representativas y garantizar que la política monetaria se comprometa efectivamente con objetivos económicos como el pleno empleo, la equidad y el bienestar social efectivo.

Anónimo dijo...

Hola Guillermo:

Soy Juan Ramón Muñoz Cruz (juanramo659140389@hotmail.com)

He tenido una idea para la crisis. Supongo que es técnicamente inviable, pero me gustaría saber por qué. Me gustaría conocer tu opinión, favorable o no.


Pues bien, tengo una hipoteca de la que me quedan por pagar 98.000 €.

La vengo pagando desde hace 2 años y medio. Actualmente, cada mes pago 650€, de los que, aproximadamente 2/3 son intereses y 1/3 es capital.

Pues bien, yo propongo una idea con la que:
-El estado no pierde dinero.
-Yo no asumo riesgos de pérdida.
-El banco gana liquidez.
-El banco pierde “tamaño” (no sé cuál sería el término correcto).

Propongo lo siguiente:

Con mis ahorros voy a ir pagando cuotas adicionales, además de la que me corresponde cada mes. Así, si un mes pago 1.300€, está claro que he pagado “1 cuota adicional”.

El banco va a recibir, por tanto, 650€ “en metálico” por cada cuota adicional que yo ingrese.

Por cada cuota adicional que yo ingrese:
-El banco me reducirá en un mes la hipoteca, al final de la vida de ésta. Con esta acción, yo compenso el adelanto que hago. Es importante resaltar que lo que me reduce es 1 mes, no la cuantía correspondiente (así se evita que la evolución del tipo de interés tenga influencia alguna). Aisladamente no me interesa, porque para eso lo pago cuando toque y punto. Por ello también:
-El banco me regalará acciones por valor de dos veces la cuota que pago (1300€ en acciones cada vez que le ingreso 650€ como cuota adicional). ¿Excesivo? ¡No! ¡Yo también pago mis deudas con el doble de intereses que de capital! En todo caso, esta ratio sería negociable.

El banco pierde, claro que pierde, pero sin perder liquidez (la gana) y sin necesidad de buscar compradores.

Como concepto, se trata de que: cuando yo necesité liquidez tuve que asumir las condiciones que el mercado imponía, que siempre pasaban por pagar grandes intereses durante los primeros años. Pues ahora el capital que ha ido ganando el banco gracias a mis intereses, van a volver a mí, en parte.

¿Qué pinta el estado en todo esto? Pues que debería adecuar la legislación para que este tipo de acuerdo entre el banco y yo no nos suponga gasto alguno ni trámites lentos o complejos.

Repaso los objetivos que quería cumplir:
-El estado no pierde dinero. Cierto. Lo que debería es modificar la legislación y proporcionar medios sencillos para que el banco y yo podamos realizar la operación.
-Yo no asumo riesgos de pérdida. Cierto, porque el negocio lo hago con la misma entidad con la que tengo la hipoteca y la reducción de mi hipoteca es inmediata. También debería de serlo en pago en acciones. Mi ecuación es sencilla: por cada mes de más que pago me lo resto al final (eso seguro, por lo que perder no puedo) y, además, gano una pasta en acciones.
-El banco gana liquidez. Cierto. Todo lo que yo le pago de más es dinero fresco para él. Se supone que lo necesita, pues ahí lo tiene.
-El banco pierde “tamaño”. Cierto y lógico, porque me tiene que “dar” las acciones. ¿qué ahora vale 10.000 millones de euros y luego “sólo” 8.000?, pues sí. Es razonable si de verdad es un negocio en dificultades y tiene que recurrir a medidas extraordinarias para salvarse.

Dado el número de personal con hipoteca (y aunque en la mayoría de los casos no podrán pagarse estas cuotas adicionales), los bancos podrían ganar mucha liquidez, si de verdad la necesitan, y lo hipotecados recuperar parte de los, a mi parecer, abusivos intereses que hemos ido pagando.

Por supuesto, es un proceso voluntario. Si el banco no quiere, por mí estupendo. Si me ofrece poco, pues no querré yo... pero que no venga llorando diciendo que necesita ayuda, porque ellos sí que no tuvieron contemplaciones con el sistema intereses de las hipotecas cuando yo lo necesité.

Una cosa es segura: yo no quiero pagar ni un euro al estado para salvar el pellejo a quien me cobra todos los meses 400€ en intereses!!!

Muchas gracias por tu anteción,

JuanRa

No hay comentarios: